lunes, 12 de noviembre de 2012

Lotus Plaza, la magia de la timidez

El guitarrista de Deerhunter repasó su nuevo disco en La [2] de Apolo con un show retraído con más luces que sombras


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Lotus Plaza, la magia de la timidez | PlayGround | Articulos Musica
Lockett Pundt presentó por primera vez en Barcelona sus canciones como solista en un concierto en el que pasó acertadamente su voz a segundo plano a favor de una instrumentación que funcionó como un buen engranaje, el poder cándido de sus brillantes temas y unas atmósferas penetrantes

Fotografías de Noelia Rodríguez

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Que la escena cultural anda más que jodida lo sabe todo el mundo bien. Y cada vez se hace más evidente con un sinfín de giras que deberían pasar por nuestro país, pero por el simple motivo de que las cuentas no cuadran, no lo hacen. La ocurrencia de subir el IVA al 21% está complicando mucho las cosas y, por eso, que a estas alturas de la película traigan a una banda como Lotus Plaza no sólo a Madrid y Barcelona, sino también a San Sebastián es cuanto menos insólito (y, dicho sea de paso, digno de elogio a los promotores). Cuando las cosas no pintaban tan mal, pongamos hace dos o tres años, hubiese sido impensable tener en España a Lockett Pundt y los suyos, y ahora que caen chuzos de punta, por caprichos del destino, los tenemos por triplicado y en sala. Su concierto de anoche en la capital barcelonesa fue tan extraño y contradictorio como este caso que se plantea.

"El alma de Lotus
Plaza decidió depositar
toda la atención en los
pasajes instrumentales,
que los hubo muchos y
francamente brillantes"
Como se ha venido diciendo muchas veces, el camino que ha seguido Lotus Plaza en disco ha sido paralelo al que ha tomado Atlas Sound. De unos inicios más pesados y brumosos (ese “The Floodlight Collective” que marginaron anoche) han pasado al más luminoso “Spooky Action At A Distance”, uno de los álbumes tapados del año, del que probablemente muchos se olviden cuando confeccionen las listas de lo mejor de 2012, pero que cuenta con más de cuatro o cinco gemas a la altura del catálogo de Deerhunter. Sin embargo, existe una diferencia fundamental entre los directos de una y otra banda paralela. Mientras que en los de Bradford Cox el foco está puesto directamente encima de él, su armónica, su guitarra y su tabla de pedales, Lockett Pundt ha decidido rodearse de una banda propiamente dicha; esto es, batería, teclado, segunda guitarra y bajo. Probablemente tenga algo que ver con la timidez que ha exhibido siempre tanto en los shows del grupo principal, donde otros actores secundarios como Josh Fauver y su inseparable pitillo son más vistosos, como en las entrevistas, donde ha llegado a asegurar que sentía un pánico escénico que poco a poco ha ido aprendiendo a dominar.

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Lo de anoche no fue miedo pero, desde luego, sí que hubo mucha timidez. Media un mundo entre el irresistible carisma de Bradford Cox y el carácter retraído de Lockett Pundt. Por eso y, porque su voz nasal no es la repera, el alma de Lotus Plaza decidió depositar toda la atención en los pasajes instrumentales, que los hubo muchos y francamente brillantes. El reverb camufló sus discretas habilidades vocales e hizo aún más ininteligibles sus escasas letras, pero sirvió para crear unas atmósferas acongojantes como en esa rareza que es “Come Back”, casi diez minutos que fueron del ambient drone al shoegaze. Y cuando decimos shoegaze, lo decimos con razón de ser, pues todos los músicos tenían la mirada fijada completamente hacia sus pies. Las pocas veces que el de Atlanta se dirigió al público fue para pedir disculpas porque se le rompió la guitarra en la inédita “Splendour Of The Sea” o en una “Monoliths” que tocaron con demasiada prisa, como aquellos colegiales que presentan atropellados en las exposiciones en público. Fue una verdadera lástima, porque es probablemente su mejor canción y lo que muchos madrileños coincidieron en decir que se echó en falta en el directo que ofrecieron el martes.


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Sin embargo, la actuación tuvo momentos especialmente lúcidos, con todos los músicos sonando muy compenetrados, y más teniendo en cuenta el tratamiento a capas de las canciones de Lotus Plaza. La versión que ofrecieron de “Eveningness” fue tan encantadora como en disco, pero quizá más brumosa y densa, como si formase parte de “The Floodlight Collective”. Un tema de puertas cerradas, con un aroma ligeramente opresivo, que funcionó a las mil maravillas en la calidez de una sala. Por su parte, “Remember Our Days” fue seguramente uno de los mejores momentos de la velada para el público, que abandonó la actitud contemplativa para animarse a pegarse los primeros bailes y “Jet Out Of Tundra” consiguió, de nuevo, hacernos olvidar durante cinco minutos de Deerhunter. Antes del bis, Lockett Pundt se despidió con un “tengo la sensación de que no ha sido nuestro mejor show, pero estoy contento de que os haya gustado”. Y exactamente eso fue lo que ocurrió. Uno salió de la sala con la sensación de que Lotus Plaza tienen un largo camino por recorrer y un margen de mejora ancho, pero la candidez de sus temas, la fiabilidad de la instrumentación y las penetrantes atmósferas que crearon consiguieron que la sensación general fuese más bien de moderada satisfacción que de leve sabor agridulce. Vendrán más y mejores ocasiones.

Los otros 5 modernillos


5. Dov Charney: el diablo viste de American Apparel


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He aquí un pícaro que ha conseguido forrarse vendiendo a precios desorbitados toneladas de ropa interior de mercadillo, calcetines de zorra ochentera, camisetas marca-pezones y toda suerte de complementos hipsters que no pasarían el corte de calidad ni en el armario de Bebe. Un tipo que convierte trapitos de segunda en el culmen de la modernidad guarra y viste a toda una generación de veinteañeros adictos al pegamento merece ser ajusticiado por el brazo fuerte de esta Inquisición llamada MDM. Póstrate y siente la presión de nuestros nardos en tu nuca, Dov, pues el reinado de American Apparel pronto pasará a la historia y tendrás que reciclarte como telefonista del Venca.
Basta con ver al pimpollo, parece sacado de una escena eliminada de “Boogie Nights”. Sus bigotes de camionero setentero, sus gafas estilo Roy Scheider en “Tiburón”, su modernidad garrula, peluda y con olor a colonia Andros… Hostia santa, el colega es un peligro. Y aunque hay que agradecerle profundamente esas campañas publicitarias con adolescentes espatarrados que parecen sacados del harén de Larry Clark, aunque hay que aplaudir esas fotos de crías en bragas, calentadores y ‘toto’ al viento, al viejo Dov le ha llegado su San Martín. Porque los modernos de ahora también serán padres. Y vive Dios que no dejarán que sus retoños caigan en el mismo error y se vistan como yonquis anoréxicos alérgicos al champú. Soplan nuevos vientos en las costas hipsters: es la hora de C&A.

6. Zooey Deschanel: yo Zooey de la Mutua

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Ya estoy harto de esta chica, así de claro. La jamelga se ha hecho con el monopolio de la moderna graciosa, finolis, con un punto hasta infantil. Zooey es una mujercita que vive en un mundo aterrador de vestiditos, ukeleles, zapatos planos, grupos de folk indie, clips infantiles en el pelo, etc. La Deschanel tiene un grave problema: las dosis de rabia que produce oscurece por completo su innegable sex appeal. Pero yo tengo la solución al problema. Zooey, si intentaras parecerte menos a la Virgen María del Sacro Hipster, siguieras los pasos de la gran Chloë Sevigny y te dedicaras a rodar escenas de felaciones rabo en boca, otro Vincent Gallo cantaría.

7. David Delfín y Bimba Bosé: vaya par de dos

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Aunque su apellido apele a un mamífero acuático inofensivo a la par que campechano, David Delfín es cosa seria, pues presenta de forma concentrada todos los elementos que definen al modisto moderno instalado en los Madriles. El malagueño ya no es un simple diseñador de ropa, hace tiempo que trascendió dicha función para revelarse como el referente/catalizador/llámalo como quieras de esa generación de modernos de mediana edad que todavía sueñan con el advenimiento de una Segunda Movida: digamos que ya es parte integrante del folklore de la gente in de Madrid. Sus desfiles se han convertido en misas gáyeres que arrastran en masa a la modernité más mohosa de la capital. Qué tiempos aquellos en los que las modelos recorrían la pasarela con una reluciente soga en el pellejo y su apellido animalesco levantaba ampollas. Ahora, el delfín se ha convertido en boquerón; es el tópico por excelencia, un ejemplo clarísimo del moderno que dejó de serlo hace tiempo pero sigue ejerciendo, aunque sea a trompicones, tarde y mal, muy mal.
Pero lo más grave no es que Delfín vaya camino de convertirse en la Doña Croqueta de la modernidad madrileña –con permiso de Bibi Andersen–, lo peor es que siempre que se asoma por el reality “Alaska y Mario” o le vemos en alguna zarandaja de la noche capitalina, a su vera se detecta con una figura que produce desasosiego y horror, una vulcaniana de mirada abisal a la que por poco no bautizan con el nombre de un pan de molde.

"Bimba es una versión evolucionada del ser humano llegada de un futuro ignoto. Un futuro en el que no hay cejas"

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Admito que a Bimba Bosé no he conseguido cogerle el tranquillo. No comprendo su juego. Me sorprende que la costra moderna la considere el no va más. Si estuviéramos en el 96 os diría que sí, que los andróginos antipáticos son los nuevos jueves, pero estamos en el 2012 y algo me sugiere que por ahí no van los tiros. Y es que tampoco ayuda su actitud de perdonavidas, algo muy común, por otra parte, entre la raza modernilla. Para mí, Bimba es una versión evolucionada del ser humano llegada de un futuro ignoto. Un futuro en el que no hay cejas, la gente se peina con colisionadores de partículas y la humanidad se reproduce vía esporas, USB o fibra óptica. Qué queréis que os diga, no me impresiona su rollo, de hecho, la única vez que sentí electricidad en el vello de la nuca al verla fue cuando en los 80 salió por la tele con una extraña falda, chaqueta torera, coleta y abanico. Cantaba un tema titulado “Amante Bandido”.

8. Miranda Makaroff: sin embargo, te quiero

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¿La Alexa Chung española? ¿La Charlotte Free de nuestro país? ¿La It Girl dels Països Catalans? Ni idea, amigos, lo único que sé es que la chica quiere convertirse en la moderna total y a fe de Dior que lo está consiguiendo. Pincha, diseña ropa, dibuja garabatos, escribe en su blog, sale en el programa Gente, aparece en todos los saraos moderniquis, en Google Images tiene más fotos que Mahatma Gandhi, marca tendencia (o lo intenta a toda costa), posa para las fotos con esa actitud entre insolente y juvenil que parece espontánea pero se intuye más estudiada que la gestualida de Pep ‘Pacino’ Guardiola.
La chica quiere llevarse todo el pastel de la Nación Modernilla y no soy yo nadie para culparla. Bravo. Adelante. Que aproveche el tirón. Eso sí, acabará quemándose, es la ley del hype. Aunque cuándo uno está convencido de que es el Leonardo Da Vinci del moderneo español poco puede hacerse por advertirle del trompazo. La dulce Makaroff está embalada y va camino de pasar de moderna de libro a folklórica 2.0, algo muy común en los animales supuestamente cool de nuestra escena. Son personajes que durante unos años están pinchando o exponiendo sus obras hasta en el estanco del Corte Inglés, figuras polifacéticas que se engorilan y acaparan, y luego se desvanecen del escenario repentinamente para nunca volver. En serio, amigos, me preocupo por ella, no quiero que a la chica le pase eso; diantre, sería una pena perder de vista un bombonazo de semejante categoría…. Miranda, qué demonios, en el fondo creo que me pones. Me ha costado dos párrafos de gilipolleces decirlo.

Los primeros 3 modernillos de mierda


Modernillos de Mierda

Panfleto anti-hipster por entregas. Hoy, los modernos más exagerados


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Modernillos de Mierda | PlayGround | Articulos Musica
Modernillos de Mierda, o sea, Óscar Broc, ha estado dirigiendo sus misiles contra estereotipos y tendencias. Pero ya basta: ahora hay que apuntar a los modernos particulares, contra los hipsters canónicos. He aquí una lista de 10 modernillos que dan especial repelús, de Antony a Skrillex.

Ha sido un trabajo arduo, proceloso, interminable, semanas enteras dedicadas a esta inmensa basura, pero al final lo he conseguido. Horas y horas de encuestas entre periodistas musicales, escritores, DJs y otros camorristas de la picaresca que viven del cuento por deporte. Cientos de horas dedicadas a forjar una lista canónica para las generaciones venideras de practicantes del odio. Finalmente, Modernillos De Mierda ha conseguido destilar una relación con los diez ejemplares modernillos más odiados, después de recabar fobias entre numerosos pensadores ilustres de la cultura trash. Necesitábamos saber quiénes son los cabestros del hispterismo que merecen una buena sesión de banderillas, estocada y puntilla. En este ruedo no hay piedad, pero sí nobleza. La misma que nos permite torear a los morlacos de las mejores ganaderías hipsters describiendo bellos movimientos en la arena, sin olvidarnos, eso nunca, de que hay que destripar al bichejo hasta que no tenga fuerzas ni para tirarse un pedo.
Por cierto, como MDM no es una fuente de rabia gratuita (risas enlatadas), también he optado por elaborar mi podio olímpico personal, con los tres modernillos patrios que mejor me caen: el oro, la plata y el bronce del coolness ibérico. Viva España.

El paredón de los modernillos: los 10 más irritantes

1. Antony Hegarty: sin censura

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Nació de un huevo. Por eso resulta imposible determinar a qué género y especie pertenece. Nadie sabe qué es Antony Hegarty, lo único que está claro es que su estética, una mezcla de plañidera gaditana, travesti gótica y ama de llaves de Vincent Price, ha seducido a la modernidad con la fuerza de una flatulencia bovina. Hegarty es la hija de la familia Addams, pero en versión trans y en una edad adulta castigada por la acción de la indigencia y las bolsas de patatas. Cristina Almeida zombie.
El suyo es un look situado en la fina línea que separa la repugnancia de la adhesión más incondicional. Pero lo que seguramente ha hecho de este humanoide un icono para modernillos es su voz mairenesca. Una voz que hemos oído en infinidad de anuncios emotivos y hasta en esa película infame que Isabel Coixet rodó en Japón y cuyo nombre ni me molesto en buscar en Internet, como podéis ver. Antony no tiene buena pinta, la verdad. Quizás por culpa de una alimentación cimentada en el cubilete de pollo y la botella de Pepsi de dos litros, tiene la apariencia un ser enfermizo, dejado, gelatinoso, amarillento, cono olor a pis rancio y fritanga axilar. Pero de nada sirven las elucubraciones banales cuando hablamos de él. Sólo sé una cosa: para recuperar la salud, Antony haría bien en viajar a Sevilla y pedir consejo al único hermano que se le conoce. Le llaman Falete.

2. Dan Deacon: jur, jur

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Nacido y criado en Chiquitistán, Dan Deacon enseguida mostró interés por el estilo agresivo del celebérrimo Krispín Klander, una masa adiposa dada a la extravagancia cromática y al modo de vida plumífero más extremo. Desde las barricadas, el bueno de Deacon observaba las evoluciones del campeón chiquitistaní con una bolsa de basura llena de Panteras Rosas en la mano, y por las noches soñaba con ser como él, o mejor dicho, soñaba con eternizar la estética Dennis Roussos meets Teletubbies tan característica del tonel afeminado que Pepe Navarro lanzó a la fama en tierras españolas.
La inspiración klanderiana es evidente. Ahí está ese cuerpo viscoso coronado por unas gafas de cajera septuagenaria, unas llamativas lupas a medio camino entre el barroquismo de Rappel y el look secretaria de los Cazafantasmas. Ahí están esas camisetas estroboscópicas capaces de seccionar yugulares de corderos con sus destellos fosforescentes. Ahí están esos tonos edredón tan Mayra Gómez Kemp, esa cabeza rapada describiendo un óvalo casi perfecto de seborrea, esos jerseys tejidos con lana de cien llamas sacrificadas sobre un póster de Elton John disfrazado de pollito.

"Algo en su look
me lleva a pensar
que no se toma
demasiado en
serio a sí mismo"
Dan Deacon es un homenaje cárnico al hipster mantecoso. Es el hipster simpaticón, un tipo al que le perdonamos todas sus extravagancias porque tiene un je ne sais quoi que te obliga a adorarle con la misma intensidad con que aborreces sus pintas. Está en el límite que separa la rabia de la compasión grasienta, el bacón de la panceta, la mariconada –con perdón– del gag. Porque si Deacon no fuera un gag en sí mismo, si no pareciera adicto a las tallas extra grandes de Humana, con toda seguridad nos parecería una moderna americana de las de toda la vida, con su barba mal cortada, sus gafotas, su gorro de lana, sus zapatillas ponzoñosas y sus camisetas de dinosaurios.
No voy a negar que a Deacon sabe mal vilipendiarle, no sé por qué. Algo en su look me lleva a pensar que no se toma demasiado en serio a sí mismo. Se le ve íntegro al mastuerzo. No hagáis ruido y observadle desde los arbustos; miradle, cediendo su silla a los impedidos en El Pollo Campero, compartiendo una porción de su shawarma con las palomas, haciendo acopio de litros y litros de sudor post concierto en garrafas industriales para cuando haya escasez de agua en el mundo. Buena persona no. Gran.

3. Ryan McGinley: pechito con pechito

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A muchos fotógrafos modernillos se les ve el plumero, que no la pluma, aunque también. Al socio Ryn McGinley le hemos cogido la matrícula desde que vimos sus primeras fotos. Vaya, que cuando un tipo se dedica en cuesco y alma a inmortalizar adolescentes en pelota picada correteando por el bosque, jugueteando en bolas con animales salvajes o dando saltitos por bucólicos campos de espigo cachete con cachete, te está diciendo en la cara cuáles son sus debilidades. ¡Y encima le pagan, familia! McGingley no es un caso único, de hecho el universo modernillo está infestado de supuestos fotógrafos que lo único que hacen es ponerse las botas en materia cárnica y cobrar. Quién no corre vuela, maricón el último, y todas esas cosas.
Efebos tatuados con peinado garçon y el vello púbico al aire. El culo de lo que parece una niña de piel lechosa, lleno de granos reventados y surcado por una cola de nutria. Adolescentes saltando en cuevas como Dios les trajo al mundo. Hurón blanco metiendo el hocico en el recto de un púber. Tetuda veinteañera con un ojo morado en el desierto encendiendo un pitillo. Jovenzuelo remojándose en una cascada mostrando un culo ensangrentado vete tú a saber por qué rigores. Es como si Terry Richardson, Roman Polanski y Boy George se hubieran fundido en un solo ser y de esa alquimia hubiera salido el bueno de Ryan, con su cara de no haber roto un plato. Porque platos no sé, pero otras cosas seguro que las ha dejado hechas añicos.

¿Vuelve Pearl Jam?

¿Vuelve Pearl Jam?

La banda liderada por Eddie Vedder se presentaría por tercera vez en el país durante abril del año que viene

Foto de Tomás Correa Arce
Vamos sumando fichas para la primera mitad de 2013. Primero fue The Cure, confirmando su regreso después de 25 años de esa promesa emitida por un Robert Smith furioso (al tiempo o a la vejez, gracias) y ahora esto: después de confirmar su presencia en los dos Lollapaloozas regionales (Brasil y Chile), Pearl Jam marcó una fecha para volver a presentarse en la Argentina. El 4 de abril del año que viene es el día elegido para su tercera visita aunque aún no se define en qué estadio se llevará a cabo.
A tan sólo un año y medio de su esperado regreso en noviembre del año pasado (en lo que claramente fue uno de los grandes shows de 2011, en el Estadio Único de La Plata, y en el marco de su festejo por los veinte años de trayectoria), la banda liderada por Eddie Vedder llegaría nuevamente al país sin nuevo material discográfico pero con todos esos clásicos que todos quieren volver a escuchar en vivo, no importa cuándo haya sido la última vez.
Seguimos alertas para cuando se confirme el lugar y la información sobre la venta de las entradas. Mientras, recordamos...

Hear Crystal Castles' Ghostly 'Affection'



by Marc Hogan
Crystal Castles' Alice Glass / Getty
Crystal Castles' Alice Glass / Photo by Getty Images
'III' is due out on November 12
Crystal Castles' new album III comes out on November 12, but it's available for preorder now, including via iTunes. Today the shadowy Canadian electro-punks have posted the latest track from the album, "Affection." It's a strobe-y, robot-voiced slow builder and should fit in neatly alongside previously unveiled songs "Plague" and "Wrath of God." 

WORST NEW MUSIC


by Keith Harris
Adam Young: Owl be there
We should’ve heard the last of Adam Young, a.k.a., Owl City. Back in 2009, "Fireflies" simpered virally across America, and annoyed grown-ups wished 1,000 slugs from 10,000 frightening thugs upon the moony outstate Minnesotan. But we took comfort from the fact that his shtick — a twee tween's Ben Gibbard, the Postal Service for kids too young to have ever licked a stamp — was a one-off novelty fluke. The parallel universe of Christian pop would surely nurture Young, but he seemed no more destined for a long-lived mainstream pop career than the Chicago Bears Shufflin' Crew.
And yet, like his divine inspiration, Young has risen from the dead, rebounding commercially after a hitless follow-up LP, last year's All Things Bright and Beautiful. As heralds of resurrection go, the new chart-clambering "Good Time" ain’t quite the sounding of the Seventh Trumpet. Actually, it’s the sound of Canadian Idol alum Carly Rae Jepsen pissing away the universal goodwill that she earned with "Call Me Maybe." The pair chirp with such an utter absence of vocal grit that they render the inevitable Glee and Kidz Bop covers unnecessary, with the line, "I’m down if you're down to get down tonight," sounding like an invitation to an evening of board games, Victorious reruns, and a fizzless two-liter of that off-brand cola your mom insists on buying.
But the childish “Good Time” is a misleading promo for The Midsummer Station, which, as Young has anxiously blogged, strives to address themes of a more adult nature. Lest you suspect a truly apostate stroke here — maybe eight bars from Tyga ("Owl City, bitch / Owl Owl City, bitch") — the sexiest this stab at Owl City After Dark gets is the overextended police-chase metaphor of "I'm Comin' After You." (Young imitates a siren: "Woo woo woo.") Even the guest vocal from blink-182's Mark Hoppus on "Dementia" isn't really all that incongruous — it suggests an additional role model for Young's trebly ache and precise enunciation. And also reminds us that, despite their juvenile hijinks, the blink guys always wished they could act more like the grown-ups in Jimmy Eat World.

So it's not like Young's suddenly going to go full Hoppus and run naked down the street. Growing up in Owl City means doubt and despair, and Young tiptoes into some dark-night-of-the-soul territory here — not just, "There were days when each hour / Was a fight that I fought to survive" but "Will I ever feel again?" But the music remains buoyant. Young's ravey electronics, cresting repeatedly in asexual climax, may be as G-rated as a post-prom lock-in, but they hold their own against the faceless slabs with which so many of today's hitmakers clobber clubbers. After all, like Martin Luther wondered, "Why should David Guetta have all the best tunes?"
And yet, since Young worries that "All those heavy thoughts will try to weigh you down," the "new" Owl City reassures us with a wimpier, belated take on the New Self-Esteem movement that's swept through pop over the past few years. "Gold" is what "you" are. "Embers" are what "your" fire will rise from because "it gets better" and you'll "shine like the sun." Also, "It's time for you to shine brighter than a shooting star." Does it matter where we are, Adam? "No matter where you are."
It's easy to see why Owl City exist. A sneering, compulsory hedonism pervades mass culture and high-school hallways. It warps more shy, creative kids into defensive partisans of lower-key whimsy. It gives us underdeveloped pop heroes like Adam Young, who reduce their fans' fears and desires to the handiest cliché while desperately reassuring them they're all fuckin' perfect fireworks. But they deserve better. We deserve better. Come to think of it, Adam Young deserves better.

The Beach Boys - That's Why God Made the Radio

The Beach Boys - That's Why God Made the Radio

Capitol / Brother

Hacía dieciséis años que Brian Wilson y los Beach Boys no grababan juntos un disco, pero su música parece más actual que nunca. Las armonías del grupo se hacen sentir en los arreglos corales de los Fleet Foxes y en las zapadas cannábicas de Animal Collective; los falsos ingenuos del rock independiente le roban las estructuras de las canciones, y la impronta de sus ambiciosos arreglos puede verse en la labor de Jon Brion, Mark Ronson y casi cualquier productor de pop orquestal que se les ocurra. En este contexto, That's Why God Made the Radio parece un poco surrealista, como si fuera una transmisión desde un universo alternativo donde no existiera la ironía: doce canciones con melodías enceradas y voces sorprendentemente juveniles. Pero una sombra pende sobre el disco: el tiempo, con sus aliados, la vejez y la muerte, temas para los que los Beach Boys parecían diseñados especialmente para evitar. En este sentido, el disco funciona como otro episodio de la larga lucha entre el espíritu solar de Mike Love y los temas más trascendentes y oscuros de Wilson. En parte es una reunión de ex alumnos, y en parte es un réquiem para un beach boy. Abre con un encantamiento sin palabras a cargo de Wilson, Love y Al Jardine, con los colaboradores históricos Bruce Johnston y Jeffrey Foskett (el veterano colega David Marks también participa). Es como el comienzo de una misa y lleva hacia el tema que da título al disco. La primera mitad del disco, llena de flashbacks, está grabada con humor y autoconciencia. Al parecer, Wilson toma el control en la segunda mitad del disco, más oscura. En "Strange World" confiesa estar un poco desconcertado por la vida. La introducción sin palabras del disco tiene su contrapartida aquí con "Pacific Coast Highway", con un título que hace pensar en "Pacific Ocean Blues", de Dennis Wilson, su difunto hermano, y en una visión del final de la autopista. Como parte de una reunión para celebrar el quincuagésimo aniversario de la banda, que también incluye una gira mundial, That's Why God Made the Radio es, hasta cierto punto, un festival de nostalgia y melosidad. Pero gracias al regreso de Wilson, también es una ambiciosa afirmación (tal vez la última) sobre un legado que ha sido tan definido por la confusión y los callejones sin salida creativos como lo fue Pet Sounds. El disco es un trabajo desparejo pero profundamente conmovedor de una gran banda claramente dañada; una banda que, en sus mejores momentos, siempre apuntó al cielo, aunque no siempre lo haya alcanzado.
Por Will Hermes